Con las atlánticas brisas
llegó hasta Europa la
fama
de las deliciosas vegas
de las siete islas hermanas.
Oscuros aventureros
y valentones de daga,
soñaban como era moda
en las conquistas lejanas;
y levantando bandera
para las Afortunadas,
partieron a la conquista
en NOMBRE DEL REY DE ESPAÑA.
Un caballero normando que Betencur se llamaba,
fue el primer conquistador
que desembarcó en sus playas;
y después otros caudillos y repetidas armas,
combatieron en las islas
con furia hasta conquistarlas.
Dominaron y vencieron con perfidias y matanzas,
valiéndose de la astucia
y de sus mejores armas;
pero les costó más tiempo que a César rendir las galias,
que Aníbal vencer a Roma
y a Alejandro toda el Asia.
En la epopeya de un siglo
de la defensa canaria,
cien veces los invasores
perdieron las esperanzas;
y mientras hubo un isleño
hubo resitencia brava,
pues todos dieron la vida
por la independecia patria.
Y cuando los invasores
pusieron al fin su planta
al cabo de una centuria
en el monte de Guajara,
no quedaba a los isleños
ni una flecha en sus aljabas,
ni perdernal en sus cuevas
para puntas de sus lanzas.
Castillos hay desde entonces
en las poéticas playas,
y no resuena en los riscos
de los pastores la flauta.
Desde entonces por las cumbres
no va el montañés de caza,
ni la indígena matrona
mora libre en su cabaña.
Todos son esclavos viles
en aquella tierra ingrata,
del hacendado los unos,
los otros de la ignorancia.
Nadie esgrime por la gloria
las libertadoras armas,
que las razas ennoblecen
y el espíritu levantan.
¡¡¡Malhaya el mercantilismo
que envilece y degrada,
maldito el normando sea
de las deliciosas vegas
de las siete islas hermanas.
Oscuros aventureros
y valentones de daga,
soñaban como era moda
en las conquistas lejanas;
y levantando bandera
para las Afortunadas,
partieron a la conquista
en NOMBRE DEL REY DE ESPAÑA.
Un caballero normando que Betencur se llamaba,
fue el primer conquistador
que desembarcó en sus playas;
y después otros caudillos y repetidas armas,
combatieron en las islas
con furia hasta conquistarlas.
Dominaron y vencieron con perfidias y matanzas,
valiéndose de la astucia
y de sus mejores armas;
pero les costó más tiempo que a César rendir las galias,
que Aníbal vencer a Roma
y a Alejandro toda el Asia.
En la epopeya de un siglo
de la defensa canaria,
cien veces los invasores
perdieron las esperanzas;
y mientras hubo un isleño
hubo resitencia brava,
pues todos dieron la vida
por la independecia patria.
Y cuando los invasores
pusieron al fin su planta
al cabo de una centuria
en el monte de Guajara,
no quedaba a los isleños
ni una flecha en sus aljabas,
ni perdernal en sus cuevas
para puntas de sus lanzas.
Castillos hay desde entonces
en las poéticas playas,
y no resuena en los riscos
de los pastores la flauta.
Desde entonces por las cumbres
no va el montañés de caza,
ni la indígena matrona
mora libre en su cabaña.
Todos son esclavos viles
en aquella tierra ingrata,
del hacendado los unos,
los otros de la ignorancia.
Nadie esgrime por la gloria
las libertadoras armas,
que las razas ennoblecen
y el espíritu levantan.
¡¡¡Malhaya el mercantilismo
que envilece y degrada,
maldito el normando sea
(el castellano
también)
y maldita sea su raza!!!
y maldita sea su raza!!!
Nicolás Estévanez y Murphy
maimenes
No hay comentarios:
Publicar un comentario