Las aguas apresura porque venga
con más presteza, mira que lo espero,
y es muerte el esperar, no lo detenga
tu inquieto movimiento, porque muero.
Aplaza ese rigor lo que convenga
y tráeme ya a mi amado forastero,
que lo desea y ama el pensamiento,
y amar y desear es cruel tormento.
Antonio de Viana, que según Alejandro Cioranescu, era descendiente de gente humilde y cuyo abuelo sólo había conseguido llegar de arriero a mesonero, y su padre de sastre a almotacén, nació en La Laguna un 21 de abril de 1578. Estudió Medicina en Sevilla y posteriormente, fue contratado por el Cabildo tinerfeño debido la terrible epidemia que se desató en la isla en 1601 y 1602. En 1612 regresó a la capital hispalense donde se doctoró y trabajó como cirujano de la Real Armada, motivo por el cual viajó por Europa. En 1631 fue llamado de nuevo por el Cabildo de Tenerife y retornó a la isla. Pero por distintos motivos no muy agradables para él y su familia, marchó hacia Gran Canaria, donde tampoco encontró un ambiente apropiado para hacer su estancia definitiva, por lo que en 1634 partió para Sevilla para no regresar jamás al Archipiélago. Se desconocen las actividades que desempeñó en los últimos años de su vida.
Su actividad como escritor puede canalizarse claramente en dos vertientes: la literaria y la científica. La primera, que es la más importante, y la que de hecho aquí nos interesa, se plasma en una única obra: Antigüedades de las Islas Afortunadas de la Gran Canaria, Conquista de Tenerife y aparescimiento de la Ymagen de Candelaria, publicada en Sevilla en 1604, y considerado por todos los autores como el verdadero poema épico de Canarias, no sólo por su contenido sino también por su estructura clásica. Esta obra, al parecer compuesta entre 1595 y 1599, cuando el autor estaría entre los dieciocho o veinte años, conocida —por razones evidentes —simplemente por el Poema de Viana o por la Conquista de Tenerife, ha merecido juicios laudatorios por diversos autores
Antonio de Viana (1578-1650), conocedor y admirador de la obra de Cairasco, de quien tomó algunos de sus temas y los llevó a dimensión épica. Su obra más importante es Antigüedades de las Islas Afortunadas (1604), obra distribuida en dieciséis cantos en los que se narran, principalmente, los hechos de la conquista de la Isla de Tenerife. Como ha señalado María Rosa Alonso [en obra citada], las descripciones de los héroes locales que acompañan a la narración bélica están dedicadas, como en el caso de La Araucana de Ercilla, a los héroes locales. Aunque el poema sea de desigual calidad, su importancia estriba, entre otros aspectos, en que es el poema épico canario por excelencia, en el que continuará la mitificación iniciada por Cairasco de la historia precolonial. Pero la obra de Viana va mucho más allá en la indagación de la realidad por medio del lenguaje. El poeta gusta de nombrar lo que está viendo y se aparta así de los estereotipos convencionales de la época, como lo demuestra la gran cantidad de términos que inserta referidos a la realidad insular:
Producen sus espesos y altos montes [...] lentiscos,
barbusanos, palos blancos, viñátigos y tiles, hayas, brezos, acebuches, tabaibas
y cardones...
También es importante en la obra de Viena la formulación de
otro de los mitos de la literatura canaria: «el mito de Dácil», que gira en
torno a los amores de la heroína indígena Dácil con el capitán español Castillo.
En este sentido, Dácil se convierte en símbolo de diversas lecturas que han sido
recogidas por la tradición literaria posterior bien para enaltecer el pasado
idílico del mundo prehispánico, bien para exaltar la condición mestiza y abocada
al exterior del ser insular.
con más presteza, mira que lo espero,
y es muerte el esperar, no lo detenga
tu inquieto movimiento, porque muero.
Aplaza ese rigor lo que convenga
y tráeme ya a mi amado forastero,
que lo desea y ama el pensamiento,
y amar y desear es cruel tormento.
Antonio de Viana, que según Alejandro Cioranescu, era descendiente de gente humilde y cuyo abuelo sólo había conseguido llegar de arriero a mesonero, y su padre de sastre a almotacén, nació en La Laguna un 21 de abril de 1578. Estudió Medicina en Sevilla y posteriormente, fue contratado por el Cabildo tinerfeño debido la terrible epidemia que se desató en la isla en 1601 y 1602. En 1612 regresó a la capital hispalense donde se doctoró y trabajó como cirujano de la Real Armada, motivo por el cual viajó por Europa. En 1631 fue llamado de nuevo por el Cabildo de Tenerife y retornó a la isla. Pero por distintos motivos no muy agradables para él y su familia, marchó hacia Gran Canaria, donde tampoco encontró un ambiente apropiado para hacer su estancia definitiva, por lo que en 1634 partió para Sevilla para no regresar jamás al Archipiélago. Se desconocen las actividades que desempeñó en los últimos años de su vida.
Su actividad como escritor puede canalizarse claramente en dos vertientes: la literaria y la científica. La primera, que es la más importante, y la que de hecho aquí nos interesa, se plasma en una única obra: Antigüedades de las Islas Afortunadas de la Gran Canaria, Conquista de Tenerife y aparescimiento de la Ymagen de Candelaria, publicada en Sevilla en 1604, y considerado por todos los autores como el verdadero poema épico de Canarias, no sólo por su contenido sino también por su estructura clásica. Esta obra, al parecer compuesta entre 1595 y 1599, cuando el autor estaría entre los dieciocho o veinte años, conocida —por razones evidentes —simplemente por el Poema de Viana o por la Conquista de Tenerife, ha merecido juicios laudatorios por diversos autores
Antonio de Viana (1578-1650), conocedor y admirador de la obra de Cairasco, de quien tomó algunos de sus temas y los llevó a dimensión épica. Su obra más importante es Antigüedades de las Islas Afortunadas (1604), obra distribuida en dieciséis cantos en los que se narran, principalmente, los hechos de la conquista de la Isla de Tenerife. Como ha señalado María Rosa Alonso [en obra citada], las descripciones de los héroes locales que acompañan a la narración bélica están dedicadas, como en el caso de La Araucana de Ercilla, a los héroes locales. Aunque el poema sea de desigual calidad, su importancia estriba, entre otros aspectos, en que es el poema épico canario por excelencia, en el que continuará la mitificación iniciada por Cairasco de la historia precolonial. Pero la obra de Viana va mucho más allá en la indagación de la realidad por medio del lenguaje. El poeta gusta de nombrar lo que está viendo y se aparta así de los estereotipos convencionales de la época, como lo demuestra la gran cantidad de términos que inserta referidos a la realidad insular:
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