sábado, 28 de septiembre de 2013

LA REPUBLICA FRANCESA NOS HA DEVUELTO LO QUE ES NUESTRO


La princesa Beatriz de Orleans, junto a su hijo, Carlos Felipe, y su nuera, Diana Alvares Pereira de Melo, en 2008 

 La aristócrata explica a ABC cómo su familia ha ganado la larga batalla judicial por la millonaria herencia del difunto Conde de París «No os dejaré más que odio y lágrimas», espetó Enrique de Orleans en su lecho de muerte. Así se despidió el Conde de París de sus nueve hijos, en junio de 1999. El pretendiente al trono de Francia, que alguna vez soñó con ser Enrique VI, nunca pudo ocultar la indignación que le producía «la actitud opulenta» de sus vástagos, fruto de su matrimonio con Isabel de Orleans-Braganza, Princesa de Brasil. Por eso, antes de fallecer, donó el fabuloso patrimonio familiar a la Fundación Saint-Louis, que él mismo creó en los años 70. Desde entonces, los sucesores del Jefe de la Casa de Francia han mantenido una mediática batalla en los tribunales parisinos para recuperar aquello que les ha sido «usurpado». Tras doce años de litigio, el Tribunal de Gran Instancia de París les acaba de dar la razón, fallando que «el tesoro de los Reyes de Francia», que incluye un retrato de Luis XIII, el cuaderno de dibujos que pintó el «Rey Sol» a los 7 años, la partitura de música de Luis XIII o la mesa de dibujo de María Antonieta, les pertenece. «Es un éxito fantástico, una victoria merecida», dice Beatriz de Orleans, nuera del difunto Conde de París por su matrimonio con Miguel de Orleans, conde de Évreux. «Durante todos estos años, la República Francesa se ha portado muy mal con mi familia. Los gobiernos de otros países han devuelto muchos bienes a sus Familias Reales depuestas, pero los franceses no han querido hasta ahora», añade la aristócrata, que, pese a estar separada, sigue legalmente casada con el conde de Évreux porque, según dice, «el matrimonio es una ley moral». «Es un hecho histórico que un tribunal de la República restituya a mi familia, hijos de la Casa de Francia, aquello que le pertenece. Curiosamente, se hace justicia en un tema de esta índole con un gobierno socialista, el de Hollande». El apetitoso tesoro en cuestión son 300 objetos de «gran valor histórico» y económico (según Olivier Baratelli, abogado de la familia, tasados en decenas de millones de euros), que hasta ahora habían permanecido guardados en cajas de seguridad. Entre los bienes destacan un juego de porcelana de Sèvres que perteneció a María Amelia de Borbón-Dos Sicilias, el gran collar de la Orden de la Jarretera y las acuarelas de Louis Carrogis Carmontelle y del Príncipe de Joinville. El tribunal parisino ha decidido anular las donaciones porque no cuentan con la autorización administrativa y acta notarial. «Las cláusulas que escribió el anterior Conde eran muy dudosas», señala la princesa. Otro de los argumentos que pesó a favor de los descendientes de Enrique de Orleans ha sido que la Fundación Saint-Louis habría manejado el legado con incompetencia, por ejemplo, dejando olvidado un libro de Luis XIV en el fondo de un cajón. Según Baratelli, la intención de la familia es que todos estos objetos salgan a la luz pública y sean expuestos en el Palacio de Versalles y en el museo del Louvre. La guerra por un ducado Sin embargo, la sentencia no concede la razón a los herederos en lo que se refiere a los bienes inmuebles reclamados, en particular los castillos de Amboise y Bourbon-l’Archambault, la capilla real de Dreux y otra en París, «porque la familia no inició ninguna acción legal para recuperarlos hasta treinta años después de haberlos donado». «Respecto a mi suegro, el difunto Conde, solo puedo decir que obró de buena fe. Donó todo a la fundación porque quería proteger el patrimonio. Creía que el tesoro de los Reyes de Francia debía pertenecer a Francia, y temía que sus hijos lo vendieran. Tenía una idea noble, pero su decisión fue un duro golpe para toda la familia», revela la princesa. «La Casa de Alba y los Medinaceli han hecho algo similar con su patrimonio, pero en esos casos hubo consenso general», apunta. Ahora queda otra contienda por ganar, la que mantiene el hijo de Beatriz, Carlos Felipe de Orleans, con Luis Alfonso de Borbón, hijo del duque de Cádiz, por el ducado de Anjou. «Ese título pertenece a la corona de Francia. Fue abandonado por Felipe de Orleans, nieto de Luis XIV y de la Infanta de España María Teresa, antes de acceder al trono español en 1700 bajo el nombre de Felipe V de España. Esto es historia que sabe todo el mundo», explica. «Le tengo mucho cariño a Luis Alfonso, es un buen niño, pero no está obrando bien al utilizar un título que no le pertenece. Por mí, que llame a sus hijos como quiera, pero en Francia no serán reconocidos como tales». Y así se escribe un nuevo capítulo en la guerra de los Orleans.
FUENTE abc

maimenes

jueves, 26 de septiembre de 2013

Los Indianos en directo

maimenes

LA DECLARACION DE INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS (1776)



Transcripción de la Declaración de Independencia (1776) 
 
 
EN EL CONGRESO, 4 de julio de 1776.
La Declaración unánime de los trece Estados Unidos de América,
Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro, y asumir entre los poderes de la tierra, el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y de la naturaleza del Dios les da derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.
Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la felicidad -. Que para asegurar estos derechos, Los gobiernos se instituyen entre los hombres, derivando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados, - Que siempre que cualquier forma de gobierno se haga destructora de estos principios, es el derecho del pueblo a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno , que se funde en dichos principios, ya organizar sus poderes en tal forma, que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que los gobiernos establecidos hace mucho tiempo no se deben cambiar por motivos leves y transitorios, y en efecto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que que están acostumbrados. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevos resguardos para su futura seguridad . - Tal ha sido el paciente sufrimiento de estas colonias; y tal es ahora la necesidad que las obliga a reformar su anterior sistema de gobierno. La historia del actual Rey de Gran Bretaña es una historia de repetidos agravios y usurpaciones, encaminados todos directamente hacia el establecimiento de una tiranía absoluta sobre estos estados. Para probar esto, sometemos los hechos a un mundo imparcial.
Se ha negado a aprobar las leyes más favorables y necesarias para el bien público. 
Ha prohibido a sus gobernadores sancionar leyes de importancia inmediata y apremiante, a menos que su ejecución se suspenda hasta que se debe obtener su asentimiento, y una vez suspendidas, se ha negado por completo a prestarles atención. 
Él se ha negado a aprobar otras leyes convenientes a grandes comarcas pobladas, a menos que esos pueblos renuncien al derecho de representación en la Legislatura, un derecho inestimable para ellos y formidable sólo para los tiranos. 
Tiene convocado a los cuerpos legislativos en sitios desusados, incómodos y distantes del asiento de sus documentos públicos, con el único fin de molestarlos hasta el cumplimiento de sus medidas. 
Él ha disuelto las Cámaras de Representantes en varias ocasiones, por oponerse con firmeza viril a sus intromisiones en los derechos . del pueblo 
se ha negado durante mucho tiempo, después de esas disoluciones, hacer que otros sean electos, por lo que los poderes legislativos, cuyo aniquilamiento es imposible, han retornado al pueblo, sin limitación para su ejercicio, el Estado queda en el tiempo medio expuesto a todos los peligros de una invasión exterior ya convulsiones internas. 
Ha tratado de impedir que se pueblen estos Estados; para ello obstaculizado las Leyes de Naturalización de Extranjeros, rehusando aprobar otras para fomentar su migración, y ha aumentado las condiciones de nuevas apropiaciones de tierras. 
Ha entorpecido la administración de justicia, al negarse a aprobar las leyes que establecen los poderes Judicial. 
Ha hecho que los jueces dependen solamente de su voluntad, para poder desempeñar sus cargos y en la cantidad y el pago de sus salarios . 
Él ha fundado una gran diversidad de oficinas nuevas, enviando a un enjambre de Funcionarios para hostigar a nuestro pueblo y menguan su sustento. 
Ha mantenido entre nosotros, en tiempos de paz, ejércitos permanentes, sin el consentimiento de nuestras legislaturas. 
Él ha afectado para hacer la independencia militar de y superior al poder civil. 
Se ha asociado con otros para someternos a una jurisdicción extraña a nuestra constitución y no reconocida por nuestras leyes; dando su asentimiento a sus actos de pretendida legislación: 
Para acuartelar numerosos de tropas armadas entre nosotros:
Para protegerlos, por medio de un juicio ficticio, del castigo por los asesinatos que pudiesen cometer entre los habitantes de estos estados: 
Para suspender nuestro comercio con todas las partes del mundo: 
Para imponernos impuestos sin nuestro consentimiento : 
Para privarnos, en muchos casos, de los beneficios del juicio con jurado: 
Para transportarnos más allá de los mares para ser juzgados por supuestos agravios 
Para abolir el Sistema libre de Leyes Inglesas en una Provincia vecina, estableciendo en ella un gobierno arbitrario y extendiendo sus límites con el fin de convertirlo de inmediato en un ejemplo y en forma instrumento para introducir el mismo gobierno absoluto en estas Colonias: 
Para suprimir nuestras Cartas Constitutivas, abolir nuestras leyes más valiosas y alterar en su esencia las formas de nuestros gobiernos: 
Para suspender nuestras propias legislaturas y declarándose investido de poder para legislar por nosotros en todos los casos que sea. 
Tiene Gobierno abdicó aquí, al declararnos fuera de su protección y al emprender una guerra contra nosotros. 
Ha saqueado nuestros mares, asolado nuestras costas, incendiado nuestras ciudades y destruido la vida de nuestro pueblo. 
Él es en este momento el transporte de grandes Ejércitos de Mercenarios extranjeros para completar la obra de muerte, desolación y tiranía, ya iniciada en circunstancias de crueldad y perfidia que apenas si encuentran paralelo en las épocas más bárbaras, y por completo indignas del Jefe de una nación civilizada. 
Ha obligado a nuestros conciudadanos hechos prisioneros en alta mar a llevar armas contra su país, convirtiéndolos así en los verdugos de sus amigos y hermanos, oa morir bajo sus manos. 
Ha provocado insurrecciones intestinas entre nosotros y tiene esforzado por lanzar sobre los habitantes de nuestras fronteras a los despiadados indios salvajes, cuya conocida regla de la guerra, es la destrucción de vidas, sin considerar edades, sexos y condiciones.
En cada etapa de estas opresiones, hemos pedido justicia en los términos más humildes: a nuestras repetidas peticiones se ha contestado solamente con repetidos agravios. Un príncipe cuyo carácter está así marcado por todos los actos que pueden definir a un tirano, no es digno de ser el gobernante de un pueblo libre.
Tampoco hemos dejado de dirigirnos a nuestros hermanos Brittish. Los hemos prevenido de tiempo en tiempo los intentos de su legislatura en extender una ilegítima jurisdicción sobre nosotros. Les hemos recordado las circunstancias de nuestra emigración y radicación aquí. Hemos apelado a su innato sentido de justicia y magnanimidad, y los hemos conjurado, por los vínculos de nuestro parentesco, a repudiar esas usurpaciones, las cuales interrumpirían inevitablemente nuestras relaciones y correspondencia. También ellos han sido sordos a la voz de la justicia y de la consanguinidad. Debemos, pues, convenir en la necesidad, que establece nuestra separación y considerarlos, como consideramos a las demás colectividades humanas: enemigos en la guerra, en la paz, amigos.
Nosotros, por lo tanto, los Representantes de los Estados Unidos de América, en Congreso General, reunidos, apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras intenciones, en el nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas Colonias , solemnemente publicamos y declaramos que estas Colonias Unidas son, y por derecho deben ser, estados libres e independientes, que están libres de toda lealtad a la Corona Británica, y que toda conexión política entre ellas y el Estado de Gran Bretaña, se y debe ser totalmente disuelta, y que, como Estados Libres o Independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra, concertar la paz, concertar alianzas, establecer el comercio y efectuar los actos y providencias a que los estados independientes pueden por derecho efectuar. Y en apoyo de esta Declaración, con absoluta confianza en la protección de la Divina Providencia, empeñamos mutuamente nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor.

Las 56 firmas que figuran en la Declaración aparecen en las posiciones indicadas:
Columna 1 
Georgia:
   Button Gwinnett 
   Lyman Pasillo 
   George Walton
Columna 2 
Carolina del Norte:
   William Hooper 
   Joseph Hewes 
   John Penn Carolina del Sur:    Edward Rutledge    Thomas Heyward, Jr.   Thomas Lynch, Jr.    Arthur Middleton
Columna 3 
Massachusetts:
John Hancock Maryland: Samuel Chase, William Paca Thomas StoneCharles Carroll de Carrollton Virginia: George Wythe Richard Henry LeeThomas Jefferson Benjamin Harrison Thomas Nelson, Jr. Francis Lightfoot Lee Carter Braxton
Columna 4 
Pennsylvania:
   Robert Morris 
   Benjamin Rush 
   Benjamin Franklin 
   John Morton 
   George Clymer 
   James Smith 
   George Taylor 
   James Wilson 
   George Ross Delaware:    Caesar Rodney    George Read    Thomas McKean
Columna 5 
New York:
   William Floyd 
   Philip Livingston 
   Francis Lewis 
   Lewis Morris Nueva Jersey:    Richard Stockton    John Witherspoon   Francis Hopkinson    John Hart    Abraham Clark
Columna 6 
New Hampshire:
   Josías Bartlett 
   William Whipple Massachusetts:    Samuel Adams    John Adams   Robert Treat Paine    Elbridge Gerry Rhode Island:    Stephen Hopkins   William Ellery Connecticut:    Roger Sherman    Samuel Huntington   William Williams    Oliver Wolcott New Hampshire:    Mateo Thornton